Continuamos aportando información sobre el amplio y apasionante tema de la visión sistémica. Esta visión nos ofrece la posibilidad de gestionar de manera consciente la necesidad, básica y primaria, que tenemos las personas de relacionarnos; y, obviamente, hacerlo de manera adecuada y saludable. Ninguna persona queremos tener relaciones tóxicas, tormentosas, que nos hagan perder nuestra paz interior y que nos lleven al sufrimiento ¿verdad?
Recordemos que la visión sistémica se basa en tres Principios, aquí abordaremos el Principio de prevalencia, en artículos anteriores podrás encontrar información sobre el Principio de pertenencia. Conocer, respetar e integrar estos Principios mejora nuestro mundo relacional, aporta beneficios tanto a nivel personal como colectivo.
Los que llegaron antes tienen preferencia sobre los que llegaron después.
Desde esta premisa partimos y considerando que cada una de las personas, que forman un sistema familiar, ocupan un lugar concreto en función del momento de llegada al sistema. Que además dos personas –cosas o elementos- no pueden ocupar el mismo lugar, no es posible materialmente.
El Principio de prevalencia nos habla de orden, de jerarquía; y esto, a su vez, nos pone el foco en derechos y deberes según el lugar y orden que ocupamos. Es muy importante saber y respetar quién llegó antes y quién después, esto ordena el sistema y favorece el dar el respeto y lugar que corresponde a cada miembro del sistema. Para entenderlo mejor, el orden tiene que ver con la antigüedad; es decir, en un sistema familiar tiene preferencia quien llegó antes al sistema.
Prevalecen los primeros.
Cuando se configura una familia, la pareja llega al unísono, con la misma carga y misma responsabilidad; luego, la relación entre los miembros de la pareja ha de ser de igual a igual. En cuanto uno de los miembros se crece ante el otro, se cree mejor, con más derechos y deberes, cuando la carga y responsabilidad se desequilibra… la relación comienza a deteriorarse.
Tras la pareja llegan los hijos/as, en algunos casos no hay hijos/as, pero siempre existe un proyecto común y éste ocupa el mismo lugar de un hijo/a. Importantísimo que cada hijo/a sepa ocupar su lugar, y no el lugar de otro hermano/a o del padre o madre.
Este principio tiene una excepción, y es que cuando se crea un nuevo sistema, éste tiene prioridad sobre el anterior. Nos referimos a que el sistema familiar de origen –en el artículo anterior te especifico quiénes lo forman- no tiene prevalencia sobre el nuevo sistema creado. En este sentido hay que incorporar el desapego y poner el foco en las posibles dependencias emocionales, en los asuntos inconclusos con padre-madre-hermanas/os- para que no afecten el desarrollo y evolución del nuevo sistema.
En próximos artículos os hablaré sobre cómo afecta el no respetar e integrar este principio en familias reconstituidas, algo muy habitual en nuestra sociedad hoy por hoy, con supuestos prácticos.
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