La vida es espontánea, no tienes más que ver cómo surge una flor en cualquier grieta en el suelo, aún siendo un acto tan mágico que aún no hemos alcanzado a entender, la vida se expresa si o si salvando cualquier obstáculo casi de forma milagrosa.
Sin embargo pensamos que la dirigimos cada uno de nosotros, que decidimos cada paso. Si fuera así cuánto tiempo crees que estaríamos aquí, seríamos presa de nuestros errores, de los obstáculos que a base de creencias nos vamos poniendo en el camino.
Tras el acto de vivir hay una fuerza superior que la protege por encima de todo. La vida es sagrada y nosotros como meros escolares estamos aquí para aprenderla a vivir.
La enseñanza milenaria del yoga permanece inmutable a lo largo de los tiempos como herramienta para acompañarnos a vivir una vida de calidad, para ayudar diría yo a esa fuerza superior a proteger la vida.
El yoga nos enseña a observar la vida para comprenderla a través de la observación de nosotros mismos que somos universos en miniatura y donde podemos encontrar todo lo que fuera está manifestado. Pratyahara, la retracción de los sentidos nos invita a activar los sentidos internos, los que miran hacia dentro, los que escuchan el interior, los que sienten y perciben desde un observador que no está condicionado al que denominamos purusha como lo está el ego, ese pequeño yo que ha crecido guiado por los errores de nuestros antecesores que a la vez fueron orientados por los que le precedieron y así como aquella torre con un ligero error en sus cimientos y que hace que la torre entera se tambalee.
Cuando despertamos al purusha que cada uno llevamos dentro comenzamos a ver la realidad sin tantas interferencias y comenzamos a tomar las riendas de nuestras vidas. En el yoga entendemos que todo lo que sentimos es real pues así lo estamos sintiendo aún estando condicionado por los obstáculos, a eso es a lo que denominamos satvada pero también nos enseña que nada es permanente, que todo puede ser cambiado, que podemos transformar nuestras vidas y dirigirlas al lugar en que deseamos estar, y donde los obstáculos son más fáciles de gobernar, a esto se le denomina parinamavada y ahí da comienzo el kriya yoga, el yoga de la transformación.
Cuando comienzo a moverme sobre la esterilla, con asanas perfectamente estudiadas, no solo lo hago para que mis músculos se fortalezcan y flexibilicen si no que al hacerlo creo espacio en mi interior para que la vida fluya y no permanezca estancada, no olvides que mi universo interno es un reflejo del universo exterior.
Cuando respiro conscientemente aplicando técnicas milenarias, pranayama, todas mis células se oxigenan y al oxígeno lo acompaña el prana, una sustancia sutil que es el aliento de la vida, es la vida misma.
Centrando la atención a esa acción física y respiratoria y alejándome de los estímulos externos mi mente se concentra en ese momento presente dharana dando lugar por sí mismo a un estado meditativo dhyana y poco a poco, práctica a práctica voy redescubriendo, aprendiendo a discernir lo que es útil de lo que no lo es, quizás a darme cuenta como ese Ser Superior protege la vida por encima de todo, samadhi.
Al decidir vivir con el acompañamiento del yoga aprendo que actitudes son saludables para mi y para mi entorno ya sean físicas o psicoemocionales con la observación y práctica de los preceptos yamas niyamas, que me animan a cuidarme, a apreciar lo bueno que me rodea, a ser honesta, a ser constante, a no quedarme atrapada por los deseos, a aceptar lo que cada momento trae, a relacionarse de forma saludable y amigable, etc.
Los textos antiguos definen todo esto que te he contado como los ocho brazos del yoga, asthanga yoga, y que al moverse en sincronía genera cambios importantes en nuestra vida. Porque podemos vivir o Vivir, sintiendo que la vida es un problema o sintiendo que la Vida nos apoya para que lo hagamos en plenitud y felicidad.
Para mi el gran descubrimiento del yoga fue darme cuenta que la vida no me vivía si no que yo Vivía la Vida y en eso centro mi enseñanza en aportar herramientas que sean útiles a mis alumnos en su día a día, respetando y partiendo siempre del momento y estado en que está cada uno y enseñando que cada acción de su vida es un paso para la transformación.
Si tu cambias yo cambio, todo lo bueno que te aportas a ti mismo, se lo aportas al mundo en el que yo me encuentro, así pues me interesa que seas feliz y te ayudaré en cuanto esté en mi mano, esto es lo que define el primer sutra de Patanjali, el primer texto completo sobre yoga y con el que comienzo cada día mis clases atha yoga anushasanam que significa “aquí y ahora da comienzo la enseñanza de yoga con un compromiso mutuo alumno-profesor”.
Si tu creces, yo crezco. Namasté.
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